Las políticas hacia la inversión extranjera directa

4 de febrero de 2021

Edición: Feb 2021

La economía global registró en las últimas décadas un importante crecimiento de la inversión extranjera directa (IED). Habitualmente se espera que esos flujos de inversión sirvan para impulsar el potencial crecimiento de los países receptores.

Dicha expectativa se basa en la tesis de que la IED lleva consigo un conjunto de externalidades positivas asociadas a la transferencia de conocimiento y de know-how entre las empresas nacionales y las empresas extranjeras que encabezan las inversiones.

Estas externalidades -que se darían mediante transferencia directa de tecnología, difusión/imitación de mejores prácticas tecnológicas y organizacionales y movilidad del personal, entre otros canales- generarían ganancias de productividad para las economías receptoras.

Al mismo tiempo, la IED tiene el potencial de crear empleos, contribuir a diversificar las exportaciones y transformar la estructura productiva. Lo hasta aquí expuesto hace pensar que la IED genera impactos positivos en el crecimiento y desarrollo de los países receptores, en función de lo cual diversos gobiernos implementaron políticas para atraerla, ya sea con la reducción de las  barreras a la inversión extranjera, la generación de programas de promoción de inversiones y/o la implementación de un amplio menú de incentivos.